La noche fue muy larga, me costó conciliar el sueño serían cerca de las tres de la mañana cuando me dormí tímidamente. Mi cuerpo estaba alterado pensando en el momento que viera aquella finca toda ella bajo el dominio de la misma familia, y con ese caserío espléndido. Estaba tan nervioso como en la noche anterior al día de la matanza en los tiempos de la infancia.
Por fin!!, sonó el despertador...salté de la cama, me vestí en un minuto y el desayuno duró lo justo. Ahora estaba apuntó de ver logrado el sueño de toda una vida, desde que comencé a tener uso de razón.
El viaje en el coche fue placentero, sonriente recorrí cada kilómetro que me separaba de mi destino. Pensé en lo logrado y las lágrimas hicieron acto de presencia por mi cara, la emoción me embargaba.
Al llegar al camino de tierra bajé del coche, necesitaba coger aire, pisar fuerte y gritar fuerte un simple si!!!. Los dos kilómetros de camino los hice despacio, saboreando todo, los pajaros, los robles y las vacas pastando en la mañana primaveral. Al llegar a Mataredonda se podía entrever entre los árboles el blanco del caserío, pero al llegar a la pedrera el resplandor era inmenso, todo el caserío blanco, con todos sus tejados recién arreglados, en definitiva impresionante. Es cierto, no escatimé en gastos, todo me era poco, las últimas hectáreas las compré a precio de oro, pero nada me importaba por hacer mi sueño realidad.
Caminé desde la pedrera sin quitar el ojo en todo, la entrada en la calle entre la pared de la lameda y la cortina de los nabos era magnífica, ambas paredes eran de "lomo de perro", una portera negra con la J y L entrelazadas había sustituido a las viejas cañizas rotas. La ermita estaba totalmente restaurada, incluso se había reconstruido su antiguo campanario. Todo, todo estaba como jamás había soñado, no podía dejar de caminar deprisa y mirar rápido todo una y mil veces, no me lo podía creer...
La casa estaba había aumentado de tamaño con el añadido de la panera lateral. El corral de la misma, en él se habían instalado diversas cuadradas para caballos. Hasta la fragua había sido perfectamente restaurada conservando su esencia.
Las antiguas ruinas habian desaparecido.
Caminé por delante de la casa dirección del camino de Grandes, a mi derecha dejaba el corral de las gallinas, perfecto, alineado único. Llegué a la altura de la casa de de abajo, era otra, ahora revosaba vitalidad y energía, resaltaban sus piedras esquineras de cantería con su tejado a dos aguas. Detrás de la misma se podía ver una hermosa huerta alrededor de la noria, todo volvía a tener vida.
Salí corriendo hacia la iglesia y al llegar a la altura de la lameda me agache, cogí tierra de una topera y la arroje al aire de un brinco, para posteriormente llevármelas al pecho, y decir para mis adentros, lo conseguí!!, aveces sin saber como los sueños se hacen realidad...
miércoles, 9 de diciembre de 2015
martes, 3 de noviembre de 2015
DE SANEAMIENTO
Serían las ocho de la mañana cuando el sol empezaba a salir en la mañana otoñal, cuando le ponía la silla de montar al caballo preferido, hacia ya meses desde verano que no montaba sobre sus lomos. Al montar noté como los años hacen mella, no monto con la misma ligereza. Primero al paso, moviendo el mosquero de lado a lado a ritmo para después un galope corto y así acortar el tiempo de llegada a la portera del cercado donde se encuentran las vacas, toros y becerros a los que ha tocado la prueba "maldita". Abro la portera desde y con el caballo, éste sabe situarse, colocarse para abrir la puerta sin dificultad. Comienzo galopando por el lado derecho donde a encuentran parte de las vacas pastando, un simple voz y un silbido para hacerle notar mi presencia y ver el caballo para hacerlas caminar hacia la querencia, poco a poco comienzan a agruparse e ir hacia el cercado del embarcadero, la marcha se hace fácil a paso ligero. Entran todas en el cercado contiguo a los corrales, sonrío con cierta benevolencia, el trabajo casi está hecho. Queda conducir a todo el ganado hacia el prado anterior a los corrales, dos voces y un silbido, todos los animales comienzan a caminar hacia el lugar correcto, alguna novilla quiere escaparse del lugar, pero una simple carrera a galope corto hace reconducir a la vaca a la manada. Cuando todo parece que trascurre correctamente una becerra recién bedada dentro de la locura propia de su corta edad escapa, sale corrientes sin tino, la sigo cogiéndole la vuelta pero consigue zafarse, va hacia la portera cerrada no para, se da la vuelta sigue corriendo, yo me paro tirando fuerte de las riendas, veo como para la becerra no existe alambrado, lo atraviesa de un salto y emprende la huida. La persigo a distancia, dándole espacio y tiempo para que se relaje pero siempre cogiéndole la vuelta, poco a poco. Me ve, marcha en sentido contrario, me acercó más a ella, con un par de galopes cortos y cierta destreza del caballo y mía consigo enmendar su marcha. Poco a poco va en la dirección correcta, yo siempre a distancia, con temple, con constancia, la bedona atraviesa la primera portera y va corriendo hacia el prado donde están las demás vacas y sin que nadie le abra la puerta la salta con ímpetu. Ahora si, digo para mis adentros, trabajo hecho, desmontó del caballo y dándole una palmada en el cuello le digo: " eres un fenómeno".
jueves, 29 de octubre de 2015
MAQUINARIA CON HISTORIA (III): SEGADORA ALPUEMA
Otra maquinaria que hizo avanzar en las labores del campo a un paso agigantado, relegando a los braceros segadores. La segadora Alpuema junto a la trilladora Ajuria, hicieron mucho más benévolos los veranos a los agricultores. Con el tiempo serían sustituidas por las modernas segadoras.
martes, 27 de octubre de 2015
MAQUINARIA CON HISTORIA (II): TRILLADORA AJURIA
La trilladora Ajuria llegó al campo salmantino cuando la agricultura introducía las máquinas en las tareas diarias. Supuso una revolución en aquel momento, se acabaron los días enteros trillando con los bueyes o vacas para posteriormente separar el grano de la paja de manera manual. Formó un tándem extraordinario junto al tractor Ebro.
domingo, 25 de octubre de 2015
MAQUINARIA CON HISTORIA (I): RIVIERRE CASSALIS rc45
Empacadora de paquete pequeño, de origen francés, en los años ochenta tuvo sus años de gloria.
Hoy en día en desuso por el avance de la maquinaria, sustituida por empacadoras de "rollos" o paquete grande. En el recuerdo queda como una joya del campo.
jueves, 22 de octubre de 2015
EBRO 48
Era la década de los sesenta, cuando España empezaba a salir de su ostracismo, cuando empezaban a construirse en levente apartamentos para alemanes con ganas de sol, cuando en Barcelona y Bilbao empezaban a llenarse de gallegos, andaluces o extremeños en busca de trabajo en las fábricas que empezaban a resurgir, fue cuando llegó a casa ese tractor Ebro 48 color azul con su remolque a juego. Fue todo un acontecimiento...esas máquinas sustituyendo a bueyes y vacas, !cuantos había que no querían saber nada de esos "bichos"!. Poco a poco fuiste sustituyendo el trabajo que durante décadas habían desarrollado los animales. Al principio las cortinas se araban con las vacas, no merecía la pena meter el tractor para " eso". En poco tiempo fuiste imprescindible, arar, segar, trillar...Tu mecánica era sencilla, tradicional sin complicación, marcaste un cambio, una nueva época en la agricultura y la ganadería. Con cuarenta años fuiste retirado con el motor roto. No fuiste el mejor tractor ni por comodidades, motor o fuerza pero como dicen de los toros bravos tenías "casta".
En el recuerdo quedas, prácticamente tu existencia se ciñe a coleccionistas, nostálgicos y jubilados para arar sus huertos.
Un tractor más pero no uno cualquiera, un Ebro 48 simplemente.
Un tractor más pero no uno cualquiera, un Ebro 48 simplemente.
sábado, 17 de octubre de 2015
La perrita Jara
Todavía no era de día pero "Jara" ya ladraba y movía la puerta de madera con las manos, quería salir del casillo en el que estaba, se encontraba nerviosa su instinto le hacía preveer que la temporada de caza estaba cerca. Juan en toda la noche no pegó ojo, los nervios no le dejaban dormir, pensaba en como sería el primer día de la temporada, cuantas liebres vería, si mataría algún conejo o algún zorro. El tiempo se le hacía eterno, estaba deseoso que sonara el despertador, hasta que por fin sonó. Juan dio un brinco de la cama y en cinco minutos se había vestido y desayunado e iba a buscar a Jara. Jara nada más verlo brincó sobre sus piernas, su rabo no paraba de moverse, estaba enérgica, Juan abrió la puerta de atrás del coche y Jara entró de un pequeño brinco. Juan y Jara se dirigieron al punto de concentración con los demás cazadores, en la portera de entrada de la finca. Al llegar Juan le abrió la puerta a Jara, ésta se volvió loca al salir al campo, tocar la tierra húmeda del mes de noviembre y olfatear cada rincón en busca de la "cama" de una liebre.
Los cazadores después de tomar un café de "puchero" hecho a la lumbre deciden comenzar la jornada, comienzan a andar en busca de sus piezas. Juan con un silbido llama a su verá a Jara, ésta acude veloz. Después de una hora Jara se vuelve loca, empieza a moverse rápidamente entre una pedrera y un escobal, Juan se pone en guarda, sabe que es cuestión de momentos que aparezca la liebre, un conejo o incluso un zorro, todo puede ser. Juan apunta y no sabe a que, sabe que su posición tiene que ser ésta, de precaución y alerta. De repente ve salir del escobal a una liebre y detrás de ella a Jara, la liebre da un quiebro inesperado y vuelve a introducirse en el escobal. Juan no puede controlar sus nervios, los tiene a flor de piel, entre las escobas intuye donde puede estar la rabona, se arriesga y dispara, en el segundo siguiente oye un ladrido lastimoso, Juan corre hacia el escobal, allí no puede creer lo que ven sus ojos, le ha disparado a la perra está agonizando. Juan no se lo puede creer, Jara la mejor perra que nunca pensó tener la había matado. Arrojó su escopeta al suelo con rabia y se puso de rodillas frente a Jara, se llevó las manos a la cara y acto seguido llevó a la perra hasta una pedrera cercana La arroja en la misma y la tapa con piedras. Para Juan ese primer día de caza, que tantas expectativas tenía peor no puede haber acabado, se dirige hacia el coche quiere llegar cuanto antes a casa para "olvidar" lo sucedido, al llegar a casa mira hacia el cielo pidiendo clemencia a su perra Jara.
Los cazadores después de tomar un café de "puchero" hecho a la lumbre deciden comenzar la jornada, comienzan a andar en busca de sus piezas. Juan con un silbido llama a su verá a Jara, ésta acude veloz. Después de una hora Jara se vuelve loca, empieza a moverse rápidamente entre una pedrera y un escobal, Juan se pone en guarda, sabe que es cuestión de momentos que aparezca la liebre, un conejo o incluso un zorro, todo puede ser. Juan apunta y no sabe a que, sabe que su posición tiene que ser ésta, de precaución y alerta. De repente ve salir del escobal a una liebre y detrás de ella a Jara, la liebre da un quiebro inesperado y vuelve a introducirse en el escobal. Juan no puede controlar sus nervios, los tiene a flor de piel, entre las escobas intuye donde puede estar la rabona, se arriesga y dispara, en el segundo siguiente oye un ladrido lastimoso, Juan corre hacia el escobal, allí no puede creer lo que ven sus ojos, le ha disparado a la perra está agonizando. Juan no se lo puede creer, Jara la mejor perra que nunca pensó tener la había matado. Arrojó su escopeta al suelo con rabia y se puso de rodillas frente a Jara, se llevó las manos a la cara y acto seguido llevó a la perra hasta una pedrera cercana La arroja en la misma y la tapa con piedras. Para Juan ese primer día de caza, que tantas expectativas tenía peor no puede haber acabado, se dirige hacia el coche quiere llegar cuanto antes a casa para "olvidar" lo sucedido, al llegar a casa mira hacia el cielo pidiendo clemencia a su perra Jara.
jueves, 8 de octubre de 2015
Una tarde de motila
Serían las cuatro y media de la tarde cuando aquel hombre con edad próxima a la cuarentena empezó a esquilar la oveja que le correspondía. Allí estaba yo a mis poco más de diez años observando la escena del esquileo, cinco hombres fornidos cortando el "pelo" a las ovejas, algunos con un "celta" en la boca otros con un "ducados", y de vez en cuando acudiendo al rincón en busca de un trago de vino de la jarra común para "mitigar" la sed.
Juanma, era el nombre del esquilador, tenía sobrepeso y un bigote que le escondía su boca pequeña, un primer tijeretazo y una herida para el animal en el cuello. Poco a poco fue motilando a la oveja, sus rodillas se hincaban una en el suelo y otra en la barriga de la borrega, le costaba respirar, no conseguía aguantar el peso de Juanma. Juanma movió a la oveja bruscamente para cortarle la lana del lado contrario, sus cuidados eran mínimos, el cuello de la oveja quedó doblado en el suelo, y sobre el parte del peso del esquilador. Cuando Rafa acabó y le desató las patas atadas, esta no se movía, pude observarlo desde la piedra de la tronera en la que estaba sentado, estará dormida pensé para mis adentros. Juanma le pegó en la cabeza a la oveja con las tijeras para que espabilara, pero esta seguía sin moverse, le gritó "vamos puta oveja". Mi corazón se encogía por momentos, me inquietaba la situación, la oveja estaba muerta a causa de las malas prácticas de Juanma, quería pegarle en el más hondo de mi ser, vengar al animal indefenso.
El esquilador arrastró el animal hasta la mitad del corral, sobre el mismo puso una cruz hecha con dos palos, y solicitó la presencia del cura. Mi odio hacia él era mayor todavía se burlaba del hecho acontencido a pesar de su manifiesta culpa, en mi cabeza resonaba una y otra vez si sería realidad o ficción. La oveja quizás sería la primera vez que la había visto, quizás sería una más entre un montón, pero para mí era a la única que había visto morir.
El cadáver fue llevado por el pastor a una pedrera para ser enterrado entre piedras, fue el triste final de una oveja sin culpa.
Al acabar la jornada de esquileo, pastores, esquiladores y el "amo" procedieron a contar las ovejas motiladas aquella tarde, ciento veinte gritó el joven esquilador, venga hecho dijeron los demás. Juanma no conforme con lo ocurrido al comienzo de la tarde, dijo: "y la muerta que, ¿no cuenta?, son ciento veintiuna". Mis ojos no podían creer lo que estaban viendo, a pesar que por su negligencia dio lugar a la muerte de un animal indefenso, reclamaba el dinero por cortarle la lana. Los pastores asintieron a la reclamación, "venga queda en ciento veintiuna".
Aquella tarde empece a comprender que la vida a veces no es justa con las personas pero tampoco con los animales.
Juanma, era el nombre del esquilador, tenía sobrepeso y un bigote que le escondía su boca pequeña, un primer tijeretazo y una herida para el animal en el cuello. Poco a poco fue motilando a la oveja, sus rodillas se hincaban una en el suelo y otra en la barriga de la borrega, le costaba respirar, no conseguía aguantar el peso de Juanma. Juanma movió a la oveja bruscamente para cortarle la lana del lado contrario, sus cuidados eran mínimos, el cuello de la oveja quedó doblado en el suelo, y sobre el parte del peso del esquilador. Cuando Rafa acabó y le desató las patas atadas, esta no se movía, pude observarlo desde la piedra de la tronera en la que estaba sentado, estará dormida pensé para mis adentros. Juanma le pegó en la cabeza a la oveja con las tijeras para que espabilara, pero esta seguía sin moverse, le gritó "vamos puta oveja". Mi corazón se encogía por momentos, me inquietaba la situación, la oveja estaba muerta a causa de las malas prácticas de Juanma, quería pegarle en el más hondo de mi ser, vengar al animal indefenso.
El esquilador arrastró el animal hasta la mitad del corral, sobre el mismo puso una cruz hecha con dos palos, y solicitó la presencia del cura. Mi odio hacia él era mayor todavía se burlaba del hecho acontencido a pesar de su manifiesta culpa, en mi cabeza resonaba una y otra vez si sería realidad o ficción. La oveja quizás sería la primera vez que la había visto, quizás sería una más entre un montón, pero para mí era a la única que había visto morir.
El cadáver fue llevado por el pastor a una pedrera para ser enterrado entre piedras, fue el triste final de una oveja sin culpa.
Al acabar la jornada de esquileo, pastores, esquiladores y el "amo" procedieron a contar las ovejas motiladas aquella tarde, ciento veinte gritó el joven esquilador, venga hecho dijeron los demás. Juanma no conforme con lo ocurrido al comienzo de la tarde, dijo: "y la muerta que, ¿no cuenta?, son ciento veintiuna". Mis ojos no podían creer lo que estaban viendo, a pesar que por su negligencia dio lugar a la muerte de un animal indefenso, reclamaba el dinero por cortarle la lana. Los pastores asintieron a la reclamación, "venga queda en ciento veintiuna".
Aquella tarde empece a comprender que la vida a veces no es justa con las personas pero tampoco con los animales.
lunes, 5 de octubre de 2015
Tentadero, año 1963
domingo, 4 de octubre de 2015
EN UN BANCO EN PLAZA CATALUÑA
La plaza esa tarde estaba llena de gente como cada día, Juan estaba cansado, el día había sido agotador, el trabajo en la multinacional iba a acabar con él. Sacó una cigarro del paquete fortuna y lo encendió. Sentado en el banco miró al horizonte, su cabeza empezó a recordar y reflexionar. Hace ya ocho años que llegó a la ciudad condal, tiene un trabajo de oficina con viajes esporádicos a París y Londres, en su cuenta corriente cada mes entra en concepto de salario tres mil euros, pero hay algo en él que no le deja estar bien, su añoranza, "morriña" lo llaman los gallegos. Se acuerda mucho de ese libro del genial escritor Miguel Delibes, "El Camino", se siente identificado con su protagonista. Él también salió de su pequeño pueblo de la Ramajeria para emprender un viaje sin retorno, cuando también pensaba que allí lo tenía y lo sabía todo. Ahora mira atrás y piensa sino estaría mejor allí en su pueblo con las vacas y ovejas, con los vecinos y su perros, sin estrés, sin horarios y sin contaminación. Ahora es cierto que tiene unos ingresos altos y vive en una de las ciudades más " chic" de Europa, ?pero merece la pena?. Para él es más "chic" su pueblo. Tira la colilla con rabia al suelo la pisa y se tumba en el banco con las manos en la nuca, cierra los ojos y le vienen recuerdos de su niñez cuando iba con su padre a echarle de comer a las vacas y cerdos, a apartar los corderos de las ovejas y escuchar en las noche de primavera los "conciertos" de las ranas en las charcas. Se conforma en parafraseando a su abuela pensar que es el "sino" de la vida.
Se levanta enérgico del banco, y continúa su camino mirando al horizonte, sonríe por la mejor infancia del mundo que ha tenido en la comarca de Vitigudino.
Se levanta enérgico del banco, y continúa su camino mirando al horizonte, sonríe por la mejor infancia del mundo que ha tenido en la comarca de Vitigudino.
miércoles, 30 de septiembre de 2015
J.M. EL PASTOR
Naciste pocos años después que ese barco que era todo un hito, "El Titanic" se hundiera en las frías aguas del Atlántico. No naciste en un hospital con grandes comodidades, no naciste de la mano de un equipo de médico, enfermera y comadrona, naciste en un pueblo no tan pequeño como lo es ahora pero no muy grande de la comarca de Vitigudino. Viniste al mundo en una pequeña casa con la ayuda de la partera del pueblo. Los años de niñez no fueron muchos, poco tiempo para ir a escuela, poco más que leer y escribir. A tus doce años le cambiabas las zapatas de las cañizas a tu padre. Ya estabas predestinado tu oficio iba a ser pastor como tu padre, abuelos y hermanos, enseguida cogiste la cayada, la mochila y el perro carea siempre al lado. Poco a poco fuiste conociendo el oficio, y en poco tiempo podías saber casi con seguridad de que oveja era cada cordero.
No sabías ni del Rey Alfonso XIII, ni Repúblicas, ni de presidentes del gobierno, pero te tocó, como a tantos otros ir a la cruel Guerra Civil. No sabías que ibas a defender ni a quien, pero tenías que ir, tres años estuviste recorriendo toda España por una causa que no conocías. !La de historias que contabas de aquellos años!, y aquella mítica frase tuya: "para que me sirvió ir a la guerra, pastor fui y pastor volví".
Al volver de la cruel contienda seguiste cuidando ovejas como el mejor, tus perros les bastaba una voz para no dejar escapar ninguna oveja del camino, era impresionante como te ponias en la orilla de un sembrado y con levantar la cayada no dejabas que entrara ninguna oveja al mismo.
Te casaste, tuviste a tu hijo. Tus primera vivienda era una caseta en la mitad del campo, sin luz ni agua ni nada, pero tu sabías sacar lo bueno de todo, " tenía una fuente a pocos metros y se tardaba poco llegar al pueblo andando".
La vida iba cambiando, dejaste la caseta por una casa en el pueblo, "España iba avanzando" me dijeste una vez al referirte a este hecho.
Tu hijo siguió tus pasos, tu le enseñaste el oficio, lo bueno y lo malo, la alegría y la tristeza, todo.
Te jubilaste pero cada día acudías igual a las ovejas a ayudar a tu hijo o simplemente a estar en el campo donde te sentías agusto.
Como te gustaba la radio, en otra vida serias periodista seguro.
La muerte te llegó a tus noventa y algo, en una fría habitación de hospital, en la soledad de una noche de primavera. Esa noche seguro que soñaste con estar en el campo oyendo el concierto de las ranas en la charca mientras miras si el zorro anda acechando.
No sabías ni del Rey Alfonso XIII, ni Repúblicas, ni de presidentes del gobierno, pero te tocó, como a tantos otros ir a la cruel Guerra Civil. No sabías que ibas a defender ni a quien, pero tenías que ir, tres años estuviste recorriendo toda España por una causa que no conocías. !La de historias que contabas de aquellos años!, y aquella mítica frase tuya: "para que me sirvió ir a la guerra, pastor fui y pastor volví".
Al volver de la cruel contienda seguiste cuidando ovejas como el mejor, tus perros les bastaba una voz para no dejar escapar ninguna oveja del camino, era impresionante como te ponias en la orilla de un sembrado y con levantar la cayada no dejabas que entrara ninguna oveja al mismo.
Te casaste, tuviste a tu hijo. Tus primera vivienda era una caseta en la mitad del campo, sin luz ni agua ni nada, pero tu sabías sacar lo bueno de todo, " tenía una fuente a pocos metros y se tardaba poco llegar al pueblo andando".
La vida iba cambiando, dejaste la caseta por una casa en el pueblo, "España iba avanzando" me dijeste una vez al referirte a este hecho.
Tu hijo siguió tus pasos, tu le enseñaste el oficio, lo bueno y lo malo, la alegría y la tristeza, todo.
Te jubilaste pero cada día acudías igual a las ovejas a ayudar a tu hijo o simplemente a estar en el campo donde te sentías agusto.
Como te gustaba la radio, en otra vida serias periodista seguro.
La muerte te llegó a tus noventa y algo, en una fría habitación de hospital, en la soledad de una noche de primavera. Esa noche seguro que soñaste con estar en el campo oyendo el concierto de las ranas en la charca mientras miras si el zorro anda acechando.
lunes, 28 de septiembre de 2015
A ESE CABALLO
!Qué ganas tenía de cualquier caballo!, soñaba con ello cada día, cada noche en cada momento y sin saber como tu llegaste. Fue un momento inolvidable el primer encuentro, eras impresionante, con tu pelo marrón y tus patas negras. No me empañaba tu imagen la cicatriz que tenías en tu pata izquierda. Fue el comienzo de una gran relación. Cada mañana te iba a llevar al prado y al atardecer te encerraba en el corral acompañado de tu "latita" de cebada. Todavía recuerdo con nostalgia aquella temporada que pasaste con los cerdos en el mismo corral, como mordías a éstos para quitarle la comida. Tu naturaleza varonil nunca la perdiste, eso te hacia de vez en cuando escaparte en busca de tus yeguas, !cuantos hijos tendrás por ahí! No había pared que se resistiera ni alambrada que no pudieras atravesar, eras único tirando paredes. Cuando te montaba era espectacular que pose tenías iendo al paso o al galope corto, !que clase!, nos comprenetabamos al cien por cien, no había vaca que se escapara ni toro que no se embarcara. Pasaban los años pero seguías igual, eras único aunque los años no perdonaban. Pero llegó aquel desgraciado día, el tirar las paredes fue tu perdición, entrastes en el cercado de las vacas paridas, donde también estaba la tolba para los becerros. Tu instinto te hizo ir a comer a ella, claro no sabias que tu no podías, que tu no eras rumiante, la muerte te llegó en días. Estás enterrado en el cercado de bardiones altos, cada vez que paso a tu lado cierro los ojos y me imaginó montándote galopando detrás de una vaca morucha cardena.
sábado, 26 de septiembre de 2015
UNA DEHESA CUALQUIERA 1952
Una vez "apajados" los bueyes, dado de comer a los cebones y ordeñado las vacas suizas, todos entran en la casa, amo y criados. La lumbre tiene la llama todavía alta gracias a los últimos rachos echados por la criada. El mes de noviembre ha venido frío, cada noche una helada llega. La cocina está caldeada, cada persona ocupa su lugar en los escaños al lado de la chimenea. Todos se frotan las manos para soltar el frío y abrazar el calor.
El padre del amo, sin avisar, sin previo aviso comienza con una frase: "por la señal...", todos saben que comienza el momento en el que se va rezar el rosario. Al acabar la oración, los dos hijos del amo le besan la mano a todos.
La cena trascurre sin sobresaltos, en dos mesas: los criados en una y el amo y su familia en otra. Comentan la jornada pasada y la que está por llegar. Al acabar la cena todos escuchan la radio, " el parte" para saber que sucede, o lo que quiere el gobierno que suceda. Una hora más trascurre entre charlas y ver como la llama de la hoguera se va desvaneciendo, un hasta mañana despide unos a otros hasta la dura jornada del día siguiente.
El padre del amo, sin avisar, sin previo aviso comienza con una frase: "por la señal...", todos saben que comienza el momento en el que se va rezar el rosario. Al acabar la oración, los dos hijos del amo le besan la mano a todos.
La cena trascurre sin sobresaltos, en dos mesas: los criados en una y el amo y su familia en otra. Comentan la jornada pasada y la que está por llegar. Al acabar la cena todos escuchan la radio, " el parte" para saber que sucede, o lo que quiere el gobierno que suceda. Una hora más trascurre entre charlas y ver como la llama de la hoguera se va desvaneciendo, un hasta mañana despide unos a otros hasta la dura jornada del día siguiente.
jueves, 24 de septiembre de 2015
El TORO JABONERO
Las lágrimas corrian por mi cara al ver alejarse el camión con Jabonero en su interior. Todavía recuerdo el día que lo vi por primera vez, contaba con pocas horas de vida, su madre permanecía inmóvil debajo de aquella encina milenaria, sin fuerza para levantarse, y lo que es peor sin fuerza para vivir. El parto la había dejado malherida, sus extremidades no tenían fuerza, sus ojos hundidos delataban que la hora de su muerte iba a ser cercana. El becerrito recién nacido por su instinto me envestía con sus escasas fuerzas, me hice con él y lo llevé al coche y de allí al pajar, lugar que sería su casa hasta que contó con tres meses.
Recuerdo como me costó darle el primer biberón, pero con paciencia y cierta maña lo conseguí, el segundo día insistí mínimamente pero el tercer día fue él el que se acercó nada más aparecer por la puerta en busca de su comida. Cada día mientras tomaba el biberón lo acariciaba por su lomo y en la testuz así un día y otro.
Jabonero fue creciendo, !cómo recuerdo el día que se fue al cercado junto con sus hermanos de camada!, fue muy duro para él se quedaba en la puerta con su vista fija en mi hasta que desaparecía.
El día que marcó mi vida y quizás el de Jabonero también, fue aquella mañana de primavera en la que estábamos vacunando a toda la camada, me encontraba abriendo la puerta de un chiquero cuando por una mala pisada resbalé y caí al chiquero, en él estaba Jabonero. Un hombre y un toro bravo en un pequeño reducto sin posibilidad de escapar. Me quedé inmóvil en el suelo, el toro me miró fijamente, y cuando pensé que todo había acabado Jabonero se acercó lentamente me olió y se fue sin hacerme daño alguno.
Todo pasó, ahora Jabonero marcha para ser lidiado en una plaza norteña, mi corazón queda desolado por aquel becerrito que crié a biberón y me perdonó la vida en una mañana de primavera.
Recuerdo como me costó darle el primer biberón, pero con paciencia y cierta maña lo conseguí, el segundo día insistí mínimamente pero el tercer día fue él el que se acercó nada más aparecer por la puerta en busca de su comida. Cada día mientras tomaba el biberón lo acariciaba por su lomo y en la testuz así un día y otro.
Jabonero fue creciendo, !cómo recuerdo el día que se fue al cercado junto con sus hermanos de camada!, fue muy duro para él se quedaba en la puerta con su vista fija en mi hasta que desaparecía.
El día que marcó mi vida y quizás el de Jabonero también, fue aquella mañana de primavera en la que estábamos vacunando a toda la camada, me encontraba abriendo la puerta de un chiquero cuando por una mala pisada resbalé y caí al chiquero, en él estaba Jabonero. Un hombre y un toro bravo en un pequeño reducto sin posibilidad de escapar. Me quedé inmóvil en el suelo, el toro me miró fijamente, y cuando pensé que todo había acabado Jabonero se acercó lentamente me olió y se fue sin hacerme daño alguno.
Todo pasó, ahora Jabonero marcha para ser lidiado en una plaza norteña, mi corazón queda desolado por aquel becerrito que crié a biberón y me perdonó la vida en una mañana de primavera.
lunes, 21 de septiembre de 2015
A VISTA DE PAJARO
Internet nos ha facilitado a la sociedad importantes avances en el día a día de las personas aunque también importantes peligros. Entre las ventajas está la de poder visitar cualquier lugar a través del Google maps o Google earth y pasear por sus calles con Street view por ejemplo. Si utilizamos alguna de las aplicaciones antes descritas para visitar varios pueblos del oeste salmantino (El Groo, Tremedal de Tormes, Villargordo, Espadaña o Berganciano...), tienen un denominador común en todos ellos, la situación de abandonó y despoblamiento, se puede observar en viviendas, casillos y demás dependencias en estado de ruina, sus tejados en el suelo o incluso sus paredes derruidas. En algunos de los pueblos antes mencionados y en otros de la zona, los vecinos reales se cuentan con los dedos de las manos. Es un problema acuciante la despoblación, pronto toda la zona oeste de Salamanca va quedar como tierra de lobos, jabalíes y zorros. Una de las causas que ha llevado a dicha situación es la de tener como único sustento la agricultura. A pesar de las ayudas de la PAC y las reformas emprendidas en el sector agrario, la ganadería y agricultura de la zona apenas da empleo a personas trabajadoras autónomas, resulta casi impensable la contratación de personas por cuenta ajena en las explotaciones de la zona.
Las autoridades políticas (ayuntamientos, diputación, junta y gobierno central), no están haciendo nada para remediar tan terrible situación. Pero parte de la culpa la tienen parte de los vecinos de la zona por su indolencia y su pasividad. Recuerdo de la conversación mantenida con un diputado como me dijo éste que era "gente pobre de espíritu". Dicho diputado a la llegada a un pueblo de la zona le indicó a un vecino el mal estado de la carretera de entrada, el vecino contestó: " bueno, siempre ha estado así ".
Quiero poner de manifiesto con estas lineas, el estado de abandonó de la comarca al cual hay que ponerle remedio en breve porque de lo contrario sólo quedará como cementerio de nuestros antepasados.
Las autoridades políticas (ayuntamientos, diputación, junta y gobierno central), no están haciendo nada para remediar tan terrible situación. Pero parte de la culpa la tienen parte de los vecinos de la zona por su indolencia y su pasividad. Recuerdo de la conversación mantenida con un diputado como me dijo éste que era "gente pobre de espíritu". Dicho diputado a la llegada a un pueblo de la zona le indicó a un vecino el mal estado de la carretera de entrada, el vecino contestó: " bueno, siempre ha estado así ".
Quiero poner de manifiesto con estas lineas, el estado de abandonó de la comarca al cual hay que ponerle remedio en breve porque de lo contrario sólo quedará como cementerio de nuestros antepasados.
martes, 15 de septiembre de 2015
EMBARCANDO BAJO LA LLUVIA
Caminaban los dos vaqueros al paso en dirección al cercado de los toros de saca. Es la última corrida que queda en el campo. A lo lejos se ve el cielo muy oscuro, la típica tormenta veraniega. Juan y José, los dos vaqueros, se miran mutuamente y solo dicen "malo". Al abrir la portera los cuatreños y cabestros empiezan a correr. La tormenta hace presencia, con un trueno ensordecedor, la lluvia empieza a caer. Juan y José impasibles a la tormenta y la lluvia comienzan su tarea, cada uno de ellos acude a un lado del grupo de cabestros y toros. Impasibles a la lluvia y tormenta con un galope corto y un par de silbidos consiguen parar la manada. Los vaqueros, cuatreños y mansos quietos y mojados se miran mutuamente. Juan y josé se encuentran mojados de arriba para abajo. Con una simple mirada un vaquero le indica a otro que empiece a arrear. Un toque en la rienda y una "voz" hace que la manada se ponga en marcha. Todos marchan en la dirección correcta. Cuando los toros encaran el alar, uno de ellos se vuelve. El caballo de Juan, se inquieta en el mismo instante y va tras él. Juan a lomos de su caballo y "Moro" su perro, consiguen enmendar su huída y reconducirlo al rebaño. Los caballos al galope corto, seguido de los perros pastores alemanes y delante toros y cabestros reflejan una preciosa estampa entre la lluvia. Entran los mansos y toros en el corral de retener, chapotean en el barro fruto de la intensa lluvia. Los vaqueros con su pericia consiguen separar en cuestion de minutos bravos de mansos. Con un silvido Juan indica al camionero ponga el camión al embarcadero. Uno a uno comienzan a subir los toros al camión. Cuando sube el último deja de llover. Se despiden los vaqueros del trasportista con un "hasta la próxima" y Juan y José marchan al paso viendo el arco iris a lo lejos.
miércoles, 9 de septiembre de 2015
CAMINO DEL ESPIGADERO
Son las seis de la mañana de aquel día del apóstol, donde las
cigüeñas se juntan en el valle para comenzar en breve su marcha. El despertador
suena, pero José Manuel hace ya media hora que está completamente despierto,
esta noche le ha sido muy difícil conciliar el sueño, hoy y mañana le espera
una larga travesía por los encinares y rastrojos, por los prados y montes de
Salamanca y Zamora. Son muchos años haciendo lo mismo pero no se acaba de
acostumbrar. Se pone en píe rápido, en menos de un cuarto de hora está vestido
y aseado. José Manuel y su hijo montan en ese Dyane 6, que compraron de quinta
mano a un portugués del norte. José Manuel como buen pastor siempre con la
cayada en la mano lo golpea en la chapa y dice en voz alta y socarrona:
"pero que duro es, hoy no nos puedes dejar tirado". El camino hacia
"Los Labrantíos" (finca donde pastan las ovejas que cuída José Manuel
y su hijo en pleno campo charro) se hace rápido desde el pueblo no más de
doce minutos. A la llegada al rebaño le recibe "Trabuco" y "Paloma",
perros mastines que cuidan el rebaño con una gran lealtad y entrega, con
ladridos en parte defensivos y en parte de cariño. En el mismo momento que el
alba despide a la noche, una polvareda se ve en las tierras centeneras,
comienza a andar el rebaño de 1.000 ovejas guiado por los perros mastines y los
carneros mansos con impresionantes cencerros, acaba la marcha José Manuel
apoyado en su cayada de décadas junto a su siempre fiel perra carea
"Mora". José Tomás (hijo de José Manuel, tarda en emprender la marcha
en su Dyane 6, tiene que dejar recogido todos los utensilios y esos corderos
nacidos fuera de tiempo los monta en coche, cuando José Tomás arranca la piara
lleva recorridos un par de kilómetros, al pastor no ha necesitado la ayuda de
su hijo, a pesar de sus años al borde de los 70, le basta una pequeña voz
levantando la cayada o una orden a "Mora", para tener todo
controlado. José Manuel piensa las veces que ha emprendido este viaje hacia la
Armuña salmantina o la Tierra de Vinos zamorana, quizás ¿55 años?, siempre lo
mismo a aprovechar las rastrojeras de la zona de cereal de la provincia hasta
"los santos" (1 de noviembre), "la trashumancia" que se ha
hecho desde siglos.
La primera parte de la mañana se hace fácil, a buen ritmo por los
caminos bien conservados, con fotografías de vecinos de pueblos llenos de
"forasteros" que no todos los días ven tal espectáculo, llegan a la
hora acordada con la Guardia Civil al cruce de la Nacional, esta corta el
tráfico al paso de tan numerosa "procesión", desde un coche parado,
al paso del rebaño se escucha la voz de un niño decir: "papa que vida más
dura la de estos dos señores, están siempre al sol con calor y polvo", a
lo que el padre le responde: "hijo, algún día sabrás que estos señores son
"catedráticos" en lo suyo". El cruce de la nacional se hizo
rápido, José Manuel desde la orilla de la carretera con un simple silbido
ordenó a sus dos perros careas que arrearan, y en cuestión de minutos pasaron
todos los animales sanos y salvos, los dos perros acudieron al lado de su amo
en busca de esa caricia de recompensa, el pastor acarició a los dos a la vez
agachándose, como una padre que está orgulloso de sus hijos. La Guardia Civil
se despide con un "hasta la próxima", y "suerte para el
camino".
El descansadero está a escasos quinientos metros allí podrán beber
agua y permanecer hasta que pasen las horas centrales del día. Pero esos
quinientos metros son difíciles, en el cordel han sembrado maíz, el dueño está
presente y no quiere dejarlos pasar. Los pastores invocan a su sabiduría y a
las costumbres para poder continuar, el dueño una tanto altivo un tanto
sabelotodo, de esos que ven inferiores a esa gran gente de campo, su cara de
sorpresa es mayúscula cuando padre e hijo sacan de su viejo coche un mapa con
los cordeles de la provincia y la normativa en la que se basan. Al
final aquella persona altiva acede a regañadientes a que pasaran, la
destroza en el maizal fue mínima, la profesionalidad de José Manuel y Jose
Tomás fue bárbara. No se lo podía creer habían llegado al oasis ansiado, el
descansadero, agua y sombra para los animales, descanso, comida y siesta para
ellos.
Las seis de la tarde no tardaron en llegar, los animales empezaban
a estar revueltos, José Manuel con una simple mirada sin decir una sola palabra
indicó a su hijo que era hora de continuar la marcha. En esta ocasión el parte
de cabeza del “pelotón” se encontraba José Tomás en el coche abriendo paso por
la carretera comarcal hasta llegar a la portera de la finca de toros bravos,
José Tomás abre las puertas y se sitúa a un lado revisando a los animales. De
repente observa que una oveja de mediana edad tiene una gran cojera, con su
gancho con un golpe certero la agarra por la pata derecha tira de ella hacia a
él, con gran destreza, la tumba en el suelo y le revisa cada una de sus patas.
Comprueba que tiene una herida en la pata izquierda, saca de su mochila que en
tiempos fue de su hijo para ir a la escuela espray y agua, le lava la herida
con agua primero para proceder a rociarla con el espray, a la oveja no le sentó
demasiado bien, se revolvió y consiguió zafarse de los brazos de José Tomás,
éste exclamo: “¡pero qué cosa más burra!”. El cordel discurre por una de esas
fincas de señoritos castellanos, gente venida a menos, finca ahora en manos de
los hijos del “amo” que llamaban los “criados” en la posguerra. José Manuel a
pesar de su experiencia y su saber no las tenía todas consigo, los cuatreños lo
miraban desde la lejanía, el solo quería llegar al final del cercado, a la
pared la cual ponía fin al mismo y a sus temores, en un instante vio como los
toros venían hacia ellos en tropel, las ovejas empezaron a asustarse, los
pastores con sus perros careas intentaron contenerlas con sus voces agudas y
los perros careas, “Mora” y “Paco”, cuando por fin la situación parecía
contralada los mastines con su instinto protector empezaron a ladrar a los
toros, José Manuel en esos momentos le costaba conservar la calma, pero oyó un
ruido de tractor a lo lejos y comprendió porque los toros venían hacia ellos,
iban en busca de la comida que le traía el vaquero. Los dos pastores respiraron
hondo y aliviados, y sin saber cómo estaban en la portera del último cercado de
la finca de los miedos y respeto a ese ganado que sirve para torear. José Tomás
se dirige a su padre y le dice mirando a los ojos: “dicen que en el campo estos
bichos no hacen nada, los quería ver aquí los que dicen eso”.
Poco a poco el paisaje va cambiando van dejando los valles con
encinas y robles para empezar a atravesar tierra de labor de cebadas, trigos y
avenas.
La puesta del sol empieza, empiezan a cavilar los dos hombres
donde pasar la noche, “en una hora estamos en Pozos” dijo José Tomás, allí
pasaremos la noche. Pozos es un lugar ideal pueden dejar todo el rebaño junto a
dos paredes en forma de triangulo, cerrando el mismo con el coche y unos hilos
de alambre traídos en el coche por los posibles “imprevistos”. La llegada a
Pozos fue fácil de camino no a así de tiempo, una tormenta sin saber cómo se
les vino encima, empezó a llover, los dos hombres se subieron en el vehículo,
eran “Mora” y “Paco” los que arreaban por detrás el rebaño, José Manuel le dijo
a su hijo: “valen oro”. Tal y como vino la tormenta se fue, arrearon las ovejas
hacia las paredes y los dos hombres, junto con sus perros se dispusieron a
pasar la noche, al abrigo de un par de mantas y con el cielo plagado de
estrellas como techo de habitación. En la cabeza de José Manuel, le daba
vueltas a cómo será la etapa de mañana, la segunda y última, mientras que José
Tomás miraba las estrellas sin pensar en nada, hasta que derrepente vio una
fugaz, y pidió un deseo sin que le oyera nadie: “ser feliz en la vida
simplemente”.
Los dos pastores durmieron plácidamente, sería “Mora” junto con la
pequeña claridad que empieza con el alba quien despertara a José Manuel, y éste
con un pequeño puntapié a José Tomás, “Vamos”, grito el viejo pastor. Los dos
hombres se pusieron en marcha con la alegría que en breve llegarían a su destino.
No desayunaron nada, ya tomarían algo cuando pararan a media mañana para que
las ovejas sestearan. El comienzo de la marcha comenzó con un simple silbido y
grito de José Manuel, los dos perros careas se pusieron en acción, y todas las
ovejas comenzaron a caminar en la dirección correcta. José Tomás se quedó
recogiendo todo, y cuando la “procesión” llevaba recorrido dos kilómetros y
medio, partió él a bordo de sus Dyane 6.
El sol comenzaba a salir, el paisaje había cambiado por completo,
no había cercas, todo era llanura de cereal recién cosechado, tierras para
girasol y barchechos salpicado de escasas encinas. Las ovejas sin saber cómo
echaron a correr, los dos hombres se quedaron atónitos, los perros siempre
fieles a sus amos estaban detrás de ellos con el ansia viva de que una orden le
dieran para reconducir al ganado, pero en un segundo los pastores se cruzaron
las miradas y sonrieron dijeron: “que listos los animales, como huelen el
agua”. En un minuto estaban todas las ovejas bebiendo o intentando beber agua
de un pequeño río con escasa agua. José Manuel sacó de su bolso su reloj lo
miró de reojo, y dijo dentro de media hora hay que parar, a descansar, lo
haremos al lado de la nacional, en el corral de la finca del marqués. El camino
hasta la finca “La Rama”, fue bueno pero los pastores tuvieron que tirar de
orientación e intuición, puesto que no había rastro del camino, los
agricultores lo habían incluido en su parcela de trigo o cebada.
El mayoral de “La Rama” divisó a lo lejos al rebaño, y procedió a
preparar su llegada abriendo las grandes puertas de aquel corral de bueyes, y
mando a su mujer que preparara un buen almuerzo para José Manuel y José Tomás.
El mayoral, Juan, le había tocado hacer largas travesías llevando
las vacas hacia Extremadura, y valoraba muchísimo a aquella gente que sin
esperar contraprestación alguna los recogían en su casa, y le daban calor y
comida y le espantaban la soledad.
Las ovejas comenzaron a entrar poco a poco en el corral,
acompasadas con los silbidos, gritos y ladridos, cuando entró la última,
dijeron todos en voz alta “se acabó”, se dieron unos fuertes abrazos los dos
pastores y el mayoral, y éste los invitó a pasar a su casa. Comieron, rieron y
contaron historias del camino y de la vida, pero el tiempo se pasa y pronto el
Padre y el hijo volvieron a la “faena”, esta vez, el destino estaba muy cerca,
aunque tenían un imprevisto grande cruzar la nacional, una de las carreteras
que cruzan España con más tráfico. La hora pactada con la Guardia Civil se
aproximada por tanto tenían que partir, Juan se empeño en ayudarlos como mínimo
a pasar la temida carretera. Las ovejas comenzaron a salir del corral a la voz
de los tres hombres y poco a poco comenzaron a andar, en media hora estaban en
la nacional, la Guardia Civil estaba ya esperando, José Manuel levantó la
cayada simplemente y con este gesto indicó a la Guardia Civil que parara los
coches, él se sitúo a la orilla de la carretera y mandó arrear a “Mora” y
“Paco”, en cuestión de pocos minutos las ovejas había cruzado la carretera.
Fueron momentos de despedida, fuertes abrazos con el mayoral y un “hasta la
próxima” a la pareja de guardia civiles, José Tomás dijo entre dientes, “de
éstos no te puedes fiar”.
Pasadas las siete de la tarde llegaron a su destino final, les
estaba esperando el representante de los agricultores que habían arrendado el
espigadero, con las cañizas para hacer el corral en las tierras. Los saludos
protocolarios fueron rápidos, y el agricultor y José Tomás comenzaron a
enganchar una cañiza con otra, hasta que por fin estaba montado y las ovejas
cansadas entraron en calmadamente.
Era la puesta de sol corría un pequeño viento, los dos pastores se
quedaron mirando el uno al otro junto con sus dos perros, sonrieron tímidamente
pensando que lo peor había pasado.
martes, 1 de septiembre de 2015
UNA MORUCHA ENTRE DOS ESCOBAS
Cuando empieza a soplar en marzo ese viento que lo mueve todo, que da lugar al refrán "marzo vientoso y abril lluvioso sacan a mayo florido y hermoso", al sur del Reino, en la comarca del Campo Charro, una mañana de niebla toma la vida una "moruchita". Su madre ha pasado toda la noche buscando el aposento donde llevarla a la vida, se decidió al fin por el lugar más fosco y sinuoso entre ramos y monte bajo al abrigo de dos encinas centenarias. Los primeros minutos de vida de esta becerrita, son duros, frío de una mañana de marzo que todavía no olvida el invierno junto con su instinto de ponerse de pie, pero tras dos intentos en vano consigue ponerse sobre sus cuatro extremidades y su boca se dirige a mamar los primeros calostros de su vida. El vaquero no tarda en verla, quizás sea su instinto, quizás su experiencia haga que en un tiempo reducido encuentre a la recien nacida y su madre protectora, "la Sandonguera" marcada a fuego con el número 24 en su costillar. El recibimiento no fue de lo más cordial, "Sandonguera", primero intenta despistar a Tomás, realizando movimientos en zig zag, corriendo hacia lugar distinto a donde se encuentra su retoño, pero Tomás imita el mugido de de una moruchita de pocos días y "Sandonguera" acude junto a su hija para darle protección. La vaca está muy nerviosa, da vueltas alrededor de su cría, Tomás no desiste en su voluntad de conocer el sexo del nuevo miembro de la ganadería, pero resulta complicado zafarse de los movimientos y envestidas de "Sandonguera". En un instante en el que la vaca se despista al oír un ruido extraño, Tomás levanta el rabo de la cría y consigue ver que se trata de una hembra. La sonrisa del vaquero se hace grande, una de las mejores vacas de la ganadería, procede de la ralea de mayores resultados, ha traido una hembra, por tanto será una nueva madre. Tomás sube de nuevo a su caballo que dejó atado a un carrasco, apunta en su libreta de media cuartilla: "...Sandonguera, 5 de marzo de 2005 hembra..."., y cabalga al paso dirección a la casa, saca un ducados lo lleva a su boca y lo enciende con un fosforo, toma una larga calada mientras piensa que quizás mereció la pena dejar su trabajo como albañil en la capital, por sentir el milagro de la vida en la soledad del campo.
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