jueves, 24 de septiembre de 2015

El TORO JABONERO

Las lágrimas corrian por mi cara al ver alejarse el camión con Jabonero en su interior. Todavía recuerdo el día que lo vi por primera vez, contaba con pocas horas de vida, su madre permanecía inmóvil debajo de aquella encina milenaria, sin fuerza para levantarse, y lo que es peor sin fuerza para vivir. El parto la había dejado malherida, sus extremidades no tenían fuerza, sus ojos hundidos delataban que la hora de su muerte iba a ser cercana. El becerrito recién nacido por su instinto me envestía con sus escasas fuerzas, me hice con él y lo llevé al coche y de allí al pajar, lugar que sería su casa hasta que contó con tres meses.
Recuerdo como me costó darle el primer biberón, pero con paciencia y cierta maña lo conseguí, el segundo día insistí mínimamente pero el tercer día fue él el que se acercó nada más aparecer por la puerta en busca de su comida. Cada día mientras tomaba el biberón lo acariciaba por su lomo y en la testuz así un día y otro.
Jabonero fue creciendo, !cómo recuerdo el día que se fue al cercado junto con sus hermanos de camada!, fue muy duro para él se quedaba en la puerta con su vista fija en mi hasta que desaparecía.
El día que marcó mi vida y quizás el de Jabonero también, fue aquella mañana de primavera en la que estábamos vacunando a toda la camada, me encontraba abriendo la puerta de un chiquero cuando por una mala pisada resbalé y caí al chiquero, en él estaba Jabonero. Un hombre y un toro bravo en un pequeño reducto sin posibilidad de escapar. Me quedé inmóvil en el suelo, el toro me miró fijamente, y cuando pensé que todo había acabado Jabonero se acercó lentamente me olió y se fue sin hacerme daño alguno.
Todo pasó, ahora Jabonero marcha para ser lidiado en una plaza norteña, mi corazón queda desolado por aquel becerrito que crié a biberón y me perdonó la vida en una mañana de primavera.

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