lunes, 11 de enero de 2016

De Matanza

Daba las ocho de la mañana el reloj centenario del portal, en aquella mañana fría del mes de diciembre. Los hombres se encontraban tomando el aguardiente y los dulces de acompañamiento al calor del fuego que calentaba el agua. Al oír las campanadas salieron todos en fila por la puerta trasera de la casa, como verdugos en busca de sus mártires. El camino hasta el cebonero estaba próximo, escaso 200 metros. La mañana era fría, la helada había hecho acto de presencia. Cada persona sabía su cometido, unos esperaban fuera, dos entraron dentro para atar al cebón por una pata. De repente una voz brusca y sonora se oyó desde el interior, "abre". Salió el cerdo con ansias de huir, pero la cuerda en su pata trasera se lo impedía, entre todos lo fueron guiando hasta el tajón, a escasos 100 metros antes de llegar al mismo, el señor más mayor hincó el gancho afilado en la mandíbula del cerdo y tiró con fuerza de él hasta el lugar de muerte. Entre todos consiguieron subir al cochino al tajón. El encargado de dar muerte al animal se santiguó miró al frente y con voz profunda dijo: ahora, el cuchillo se hundió en el cuerpo del animal hasta lograr alcanzar el corazón, los gruñidos del cebón fueron al principio fuertes para pasar a ser insignificantes cuando manaba sangre de sus entrañas.

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