martes, 19 de enero de 2016

Los toros en claro declive

Hace unos meses iendo hacia Vitigudino desde Salamanca pasado el pueblo de Villarmayor nos encontramos una majestuosa dehesa donde se ve pastar a añojos y erales a la espera de ser lidiados. Aquel día vi una partida de vacas bravas pero como semental no estaba un toro bravo indultado en una plaza de primera por Joselito sino un charoles, de extraordinarias echuras.
En el siglo veintiuno la fiesta de los toros es claro el declive, sólo hace falta ver las ferias de ciudades importantes como hace cincuenta años había que sacar las entradas con antelación de 6 días en cambio hoy en día hay una entrada de media plaza.
La fiesta taurina es incluso mal vista en varios sectores de la sociedad, no estamos en el caso que te guste el espectáculo o no, como puede ser con el deporte de masas el fútbol, sino que simplemente decir que has ido a una corrida eres señalado como retrógrado y colaborador de un sufrimiento cruel.
En mi opinión la pérdida de afición de la fiesta, sobre todo de la juventud, no viene causada por la actividad de los antitaurinos, ni por que la gestión de la fiesta esté encuadrada en el ministerior del interior en vez que en el de cultura, sino de los propios profesionales del mundo del toro, ganaderos, empresarios, toreros y demás personal relacionado. No han sabido hacer llegar a las nuevas generaciones y no tan nuevas dicho mundo, simplemente viven en su "mundo" cerrado. Como ejemplo pongo los coloquios que se celebran cada año en la feria de Salamanca después de cada corrida, la media de edad de los intervinientes supera los sesenta años, todo hombres, alguno de ellos hablando del pasado...es que antes...y no pongo en duda los conocimientos y la profesionalidad de cada uno de ellos, pero la frescura y la adaptación al siglo que vivimos brilla por su ausencia.
En fin, siendo claros o te adaptas o mueres y los taurinos creó que no se quieren adaptar, así que el fin es claro.

miércoles, 13 de enero de 2016

Razas autóctonas españolas. Avileña negra iberica

Raza predominante de la provincia de Avila, aunque también se extiende por la provincias de Salamanca o Cáceres. Prima hermana de la morucha, comparte con ella su rusticidad y viveza en terrenos difíciles como puede ser el Puerto de la Paramera aunque se diferencia en su mayor envergadura y su mayor docilidad.

lunes, 11 de enero de 2016

Razas autóctonas Españolas. Morucha

Raza propia de la provincia salmantina, aunque también se extiende a otras provincias limítrofes como Zamora y Cáceres. Sus características principales son su rusticidad y su adaptación perfecta al duró clima meseteño. Como inconvenientes tiene su difícil manejo y su menor productividad en el rendimiento cárnico frente a otras industriales como la charolesa o limosna.
La tendencia de dicha raza es a la disminución de la misma, aunque todavía son varias las ganaderías que se pueden contemplar en los paisajes  adesados.

De Matanza

Daba las ocho de la mañana el reloj centenario del portal, en aquella mañana fría del mes de diciembre. Los hombres se encontraban tomando el aguardiente y los dulces de acompañamiento al calor del fuego que calentaba el agua. Al oír las campanadas salieron todos en fila por la puerta trasera de la casa, como verdugos en busca de sus mártires. El camino hasta el cebonero estaba próximo, escaso 200 metros. La mañana era fría, la helada había hecho acto de presencia. Cada persona sabía su cometido, unos esperaban fuera, dos entraron dentro para atar al cebón por una pata. De repente una voz brusca y sonora se oyó desde el interior, "abre". Salió el cerdo con ansias de huir, pero la cuerda en su pata trasera se lo impedía, entre todos lo fueron guiando hasta el tajón, a escasos 100 metros antes de llegar al mismo, el señor más mayor hincó el gancho afilado en la mandíbula del cerdo y tiró con fuerza de él hasta el lugar de muerte. Entre todos consiguieron subir al cochino al tajón. El encargado de dar muerte al animal se santiguó miró al frente y con voz profunda dijo: ahora, el cuchillo se hundió en el cuerpo del animal hasta lograr alcanzar el corazón, los gruñidos del cebón fueron al principio fuertes para pasar a ser insignificantes cuando manaba sangre de sus entrañas.