jueves, 29 de octubre de 2015
MAQUINARIA CON HISTORIA (III): SEGADORA ALPUEMA
Otra maquinaria que hizo avanzar en las labores del campo a un paso agigantado, relegando a los braceros segadores. La segadora Alpuema junto a la trilladora Ajuria, hicieron mucho más benévolos los veranos a los agricultores. Con el tiempo serían sustituidas por las modernas segadoras.
martes, 27 de octubre de 2015
MAQUINARIA CON HISTORIA (II): TRILLADORA AJURIA
La trilladora Ajuria llegó al campo salmantino cuando la agricultura introducía las máquinas en las tareas diarias. Supuso una revolución en aquel momento, se acabaron los días enteros trillando con los bueyes o vacas para posteriormente separar el grano de la paja de manera manual. Formó un tándem extraordinario junto al tractor Ebro.
domingo, 25 de octubre de 2015
MAQUINARIA CON HISTORIA (I): RIVIERRE CASSALIS rc45
Empacadora de paquete pequeño, de origen francés, en los años ochenta tuvo sus años de gloria.
Hoy en día en desuso por el avance de la maquinaria, sustituida por empacadoras de "rollos" o paquete grande. En el recuerdo queda como una joya del campo.
jueves, 22 de octubre de 2015
EBRO 48
Era la década de los sesenta, cuando España empezaba a salir de su ostracismo, cuando empezaban a construirse en levente apartamentos para alemanes con ganas de sol, cuando en Barcelona y Bilbao empezaban a llenarse de gallegos, andaluces o extremeños en busca de trabajo en las fábricas que empezaban a resurgir, fue cuando llegó a casa ese tractor Ebro 48 color azul con su remolque a juego. Fue todo un acontecimiento...esas máquinas sustituyendo a bueyes y vacas, !cuantos había que no querían saber nada de esos "bichos"!. Poco a poco fuiste sustituyendo el trabajo que durante décadas habían desarrollado los animales. Al principio las cortinas se araban con las vacas, no merecía la pena meter el tractor para " eso". En poco tiempo fuiste imprescindible, arar, segar, trillar...Tu mecánica era sencilla, tradicional sin complicación, marcaste un cambio, una nueva época en la agricultura y la ganadería. Con cuarenta años fuiste retirado con el motor roto. No fuiste el mejor tractor ni por comodidades, motor o fuerza pero como dicen de los toros bravos tenías "casta".
En el recuerdo quedas, prácticamente tu existencia se ciñe a coleccionistas, nostálgicos y jubilados para arar sus huertos.
Un tractor más pero no uno cualquiera, un Ebro 48 simplemente.
Un tractor más pero no uno cualquiera, un Ebro 48 simplemente.
sábado, 17 de octubre de 2015
La perrita Jara
Todavía no era de día pero "Jara" ya ladraba y movía la puerta de madera con las manos, quería salir del casillo en el que estaba, se encontraba nerviosa su instinto le hacía preveer que la temporada de caza estaba cerca. Juan en toda la noche no pegó ojo, los nervios no le dejaban dormir, pensaba en como sería el primer día de la temporada, cuantas liebres vería, si mataría algún conejo o algún zorro. El tiempo se le hacía eterno, estaba deseoso que sonara el despertador, hasta que por fin sonó. Juan dio un brinco de la cama y en cinco minutos se había vestido y desayunado e iba a buscar a Jara. Jara nada más verlo brincó sobre sus piernas, su rabo no paraba de moverse, estaba enérgica, Juan abrió la puerta de atrás del coche y Jara entró de un pequeño brinco. Juan y Jara se dirigieron al punto de concentración con los demás cazadores, en la portera de entrada de la finca. Al llegar Juan le abrió la puerta a Jara, ésta se volvió loca al salir al campo, tocar la tierra húmeda del mes de noviembre y olfatear cada rincón en busca de la "cama" de una liebre.
Los cazadores después de tomar un café de "puchero" hecho a la lumbre deciden comenzar la jornada, comienzan a andar en busca de sus piezas. Juan con un silbido llama a su verá a Jara, ésta acude veloz. Después de una hora Jara se vuelve loca, empieza a moverse rápidamente entre una pedrera y un escobal, Juan se pone en guarda, sabe que es cuestión de momentos que aparezca la liebre, un conejo o incluso un zorro, todo puede ser. Juan apunta y no sabe a que, sabe que su posición tiene que ser ésta, de precaución y alerta. De repente ve salir del escobal a una liebre y detrás de ella a Jara, la liebre da un quiebro inesperado y vuelve a introducirse en el escobal. Juan no puede controlar sus nervios, los tiene a flor de piel, entre las escobas intuye donde puede estar la rabona, se arriesga y dispara, en el segundo siguiente oye un ladrido lastimoso, Juan corre hacia el escobal, allí no puede creer lo que ven sus ojos, le ha disparado a la perra está agonizando. Juan no se lo puede creer, Jara la mejor perra que nunca pensó tener la había matado. Arrojó su escopeta al suelo con rabia y se puso de rodillas frente a Jara, se llevó las manos a la cara y acto seguido llevó a la perra hasta una pedrera cercana La arroja en la misma y la tapa con piedras. Para Juan ese primer día de caza, que tantas expectativas tenía peor no puede haber acabado, se dirige hacia el coche quiere llegar cuanto antes a casa para "olvidar" lo sucedido, al llegar a casa mira hacia el cielo pidiendo clemencia a su perra Jara.
Los cazadores después de tomar un café de "puchero" hecho a la lumbre deciden comenzar la jornada, comienzan a andar en busca de sus piezas. Juan con un silbido llama a su verá a Jara, ésta acude veloz. Después de una hora Jara se vuelve loca, empieza a moverse rápidamente entre una pedrera y un escobal, Juan se pone en guarda, sabe que es cuestión de momentos que aparezca la liebre, un conejo o incluso un zorro, todo puede ser. Juan apunta y no sabe a que, sabe que su posición tiene que ser ésta, de precaución y alerta. De repente ve salir del escobal a una liebre y detrás de ella a Jara, la liebre da un quiebro inesperado y vuelve a introducirse en el escobal. Juan no puede controlar sus nervios, los tiene a flor de piel, entre las escobas intuye donde puede estar la rabona, se arriesga y dispara, en el segundo siguiente oye un ladrido lastimoso, Juan corre hacia el escobal, allí no puede creer lo que ven sus ojos, le ha disparado a la perra está agonizando. Juan no se lo puede creer, Jara la mejor perra que nunca pensó tener la había matado. Arrojó su escopeta al suelo con rabia y se puso de rodillas frente a Jara, se llevó las manos a la cara y acto seguido llevó a la perra hasta una pedrera cercana La arroja en la misma y la tapa con piedras. Para Juan ese primer día de caza, que tantas expectativas tenía peor no puede haber acabado, se dirige hacia el coche quiere llegar cuanto antes a casa para "olvidar" lo sucedido, al llegar a casa mira hacia el cielo pidiendo clemencia a su perra Jara.
jueves, 8 de octubre de 2015
Una tarde de motila
Serían las cuatro y media de la tarde cuando aquel hombre con edad próxima a la cuarentena empezó a esquilar la oveja que le correspondía. Allí estaba yo a mis poco más de diez años observando la escena del esquileo, cinco hombres fornidos cortando el "pelo" a las ovejas, algunos con un "celta" en la boca otros con un "ducados", y de vez en cuando acudiendo al rincón en busca de un trago de vino de la jarra común para "mitigar" la sed.
Juanma, era el nombre del esquilador, tenía sobrepeso y un bigote que le escondía su boca pequeña, un primer tijeretazo y una herida para el animal en el cuello. Poco a poco fue motilando a la oveja, sus rodillas se hincaban una en el suelo y otra en la barriga de la borrega, le costaba respirar, no conseguía aguantar el peso de Juanma. Juanma movió a la oveja bruscamente para cortarle la lana del lado contrario, sus cuidados eran mínimos, el cuello de la oveja quedó doblado en el suelo, y sobre el parte del peso del esquilador. Cuando Rafa acabó y le desató las patas atadas, esta no se movía, pude observarlo desde la piedra de la tronera en la que estaba sentado, estará dormida pensé para mis adentros. Juanma le pegó en la cabeza a la oveja con las tijeras para que espabilara, pero esta seguía sin moverse, le gritó "vamos puta oveja". Mi corazón se encogía por momentos, me inquietaba la situación, la oveja estaba muerta a causa de las malas prácticas de Juanma, quería pegarle en el más hondo de mi ser, vengar al animal indefenso.
El esquilador arrastró el animal hasta la mitad del corral, sobre el mismo puso una cruz hecha con dos palos, y solicitó la presencia del cura. Mi odio hacia él era mayor todavía se burlaba del hecho acontencido a pesar de su manifiesta culpa, en mi cabeza resonaba una y otra vez si sería realidad o ficción. La oveja quizás sería la primera vez que la había visto, quizás sería una más entre un montón, pero para mí era a la única que había visto morir.
El cadáver fue llevado por el pastor a una pedrera para ser enterrado entre piedras, fue el triste final de una oveja sin culpa.
Al acabar la jornada de esquileo, pastores, esquiladores y el "amo" procedieron a contar las ovejas motiladas aquella tarde, ciento veinte gritó el joven esquilador, venga hecho dijeron los demás. Juanma no conforme con lo ocurrido al comienzo de la tarde, dijo: "y la muerta que, ¿no cuenta?, son ciento veintiuna". Mis ojos no podían creer lo que estaban viendo, a pesar que por su negligencia dio lugar a la muerte de un animal indefenso, reclamaba el dinero por cortarle la lana. Los pastores asintieron a la reclamación, "venga queda en ciento veintiuna".
Aquella tarde empece a comprender que la vida a veces no es justa con las personas pero tampoco con los animales.
Juanma, era el nombre del esquilador, tenía sobrepeso y un bigote que le escondía su boca pequeña, un primer tijeretazo y una herida para el animal en el cuello. Poco a poco fue motilando a la oveja, sus rodillas se hincaban una en el suelo y otra en la barriga de la borrega, le costaba respirar, no conseguía aguantar el peso de Juanma. Juanma movió a la oveja bruscamente para cortarle la lana del lado contrario, sus cuidados eran mínimos, el cuello de la oveja quedó doblado en el suelo, y sobre el parte del peso del esquilador. Cuando Rafa acabó y le desató las patas atadas, esta no se movía, pude observarlo desde la piedra de la tronera en la que estaba sentado, estará dormida pensé para mis adentros. Juanma le pegó en la cabeza a la oveja con las tijeras para que espabilara, pero esta seguía sin moverse, le gritó "vamos puta oveja". Mi corazón se encogía por momentos, me inquietaba la situación, la oveja estaba muerta a causa de las malas prácticas de Juanma, quería pegarle en el más hondo de mi ser, vengar al animal indefenso.
El esquilador arrastró el animal hasta la mitad del corral, sobre el mismo puso una cruz hecha con dos palos, y solicitó la presencia del cura. Mi odio hacia él era mayor todavía se burlaba del hecho acontencido a pesar de su manifiesta culpa, en mi cabeza resonaba una y otra vez si sería realidad o ficción. La oveja quizás sería la primera vez que la había visto, quizás sería una más entre un montón, pero para mí era a la única que había visto morir.
El cadáver fue llevado por el pastor a una pedrera para ser enterrado entre piedras, fue el triste final de una oveja sin culpa.
Al acabar la jornada de esquileo, pastores, esquiladores y el "amo" procedieron a contar las ovejas motiladas aquella tarde, ciento veinte gritó el joven esquilador, venga hecho dijeron los demás. Juanma no conforme con lo ocurrido al comienzo de la tarde, dijo: "y la muerta que, ¿no cuenta?, son ciento veintiuna". Mis ojos no podían creer lo que estaban viendo, a pesar que por su negligencia dio lugar a la muerte de un animal indefenso, reclamaba el dinero por cortarle la lana. Los pastores asintieron a la reclamación, "venga queda en ciento veintiuna".
Aquella tarde empece a comprender que la vida a veces no es justa con las personas pero tampoco con los animales.
lunes, 5 de octubre de 2015
Tentadero, año 1963
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