domingo, 10 de julio de 2016

Un día cualquiera en la vida de Casim

Fuiste nieto de esos "señoritos" de comienzos del siglo xx, de las nobleza rural de entonces sin título de la "yet set". Pero mejor que tu que nadie para saber que "mejor fueron tiempos pasados...", el patrimonio familiar diluido en una herencia a repartir entre varios hijos, pero tu padre si pudo ser un agricultor "pequeño" y vivir de ello. En tu caso no fue fácil, te quedaste en "casa", con las vacas, ovejas y algún cerdo, nada boyante, pero con muchas ganas de trabajar, poco a poco.
Como cada mañana te levantas a romper el día, da igual que sea Noche Buena, Noche Vieja o el día de la Constitución, para ti todos los días son iguales, al salir por la puerta tu fiel compañero Coque está rascando la puerta del casillo y ladrando loco de contento de poder brincarte encima un día más. Un simple gesto a Coque sirve para que suba al coche. Como cada mañana primero vas sacar las ovejas del corral de las tierras en barbecho, por el camino a la finca arrendada algún que otro conocido con un simple movimiento de cabeza sirve para decir buenos días. Tu pierna te duele hoy más de lo normal, pero dices para tus adentros: "paso de los jodidos médicos, no traen nada bueno" y con un gesto de rabia sacas un cigarrillo ducados y lo echas a la boca. Una vez "atendidas" las ovejas le toca el turno a las vacas, un simple vistazo desde el coche, un paso de revista, hoy comida no le hace falta después de la genial primavera, hay un problema un becerro de dos meses tiene "bichos", dices "malo", pones el coche a su altura, abres la puerta y te abalanzas sobre él, sacas el Zotal y le rocías la herida, "mañana como nuevo" le dices mientras le das una palmada.
Sin saber como la hora de la comida toca, tu mujer fiel cumplidora a la hora convenida la tiene sobre la mesa, la conversación con ella se ciñe a escuchar los chismorreos del pueblo, al acabar chupito en el bar y vuelta al bendito campo, toca pasar la tarde empacando hasta la hora de encerrar las ovejas en el aprisco al oscurecer. Hoy como todos los días antes de montar en el coche para volver a casa, miras al horizonte, a la puesta del sol y sonríes y quizás das las gracias de tener una vida lejos de estrés, en el campo, con animales, donde te has criado...¡¡joder!!, que más se puede pedir...

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